Piensa en una tarde cualquiera, donde tus intentos de diálogo con alguien, se topan con un muro de quejas y reproches hacia ti. No importa cuánto trates de ofrecer soluciones o apoyo, la conversación siempre se desvía hacia un sinfín de razones por las cuales nada parece ser suficiente. ¿Te suena la escena?
Esta dinámica, vivida tanto en el ámbito familiar como profesional, nos enfrenta a la compleja realidad de interactuar con quienes adoptan el rol de víctimas perpetuas. A través de este artículo, te invito a explorar cómo puedes navegar en estos encuentros emocionales, convirtiéndolos en oportunidades para el crecimiento mutuo y la comprensión.
Empecemos por el principio: Todas las personas actuamos en base a nuestros aprendizajes y a nuestras creencias, que son los porqués de lo qué hacemos. Aunque en realidad, todo esto lo hace nuestro cerebro y de manera inconsciente.
Dependiendo de esas creencias adoptaremos unos patrones u otros y actuaremos en consecuencia, esto quiere decir que responderemos ante las emociones desde:

  1. La posición de culpa
  2. De resentimiento
  3. De víctima

Hoy te quiero hablar del patrón víctima, es decir, el que se da cuando respondemos desde ese patrón. Seguro que si te menciono los comportamientos más comunes, se te viene rápido a la mente una persona que siempre se está quejando, alguien a quien le sobran motivos para el lamento y que, de esa forma, evita pasar a la acción. Es decir, alguien que casi nunca busca la manera de cambiar su situación, ya que “no puede”.

Hablemos de las personas encerradas en el patrón de víctima

Una persona encerrada en el patrón de víctima ha perdido su poder y se lo ha cedido a las situaciones, a las personas que la rodean y deja que las circunstancias tengan la capacidad de entorpecer su camino y frenar, en algunos casos, lo que realmente es o quiere conseguir.
Una víctima es como un personaje que se instala en nosotros y vive dentro de nosotros y a través de nosotros. Cuando nos vestimos de víctima pasamos a convertirnos en una especie de puercoespín: salimos y arañamos nuestro entorno. ¡Y muchas veces ni siquiera somos conscientes de ello!
La víctima, por tanto, responsabiliza a los otros de todo lo que le pasa, inconscientemente se pregunta “por qué yo no” y, con ello, sus razonamientos argumentan el por qué no puede hacer o lograr lo que desea. Cree firmemente que la solución al problema no depende de sí misma. La actitud de víctima merma la fuerza y la energía de la persona.

¿Cómo lidiar con alguien encerrado en el patrón de víctima?

Muchas veces me encuentro con clientes en sesiones o en mis talleres, que tienen que lidiar con este tipo de personas y si no somos o estamos lo suficientemente fuertes, esa persona puede terminar culpándonos de todo. Y lo que es peor: nosotros creyéndole.
¿Qué puedes hacer para tratar a estas personas? Te voy a contar lo que puedes empezar a practicar desde el punto de vista de la inteligencia emocional, que al fin y al cabo, es lo único que nos puede ayudar en situaciones como esta:

  1. Empatía y Comunicación Asertiva: practicar la empatía y la comunicación asertiva te ayudará, ya que al comprender las emociones y perspectivas de la persona que se siente como víctima, podrás abordar los problemas desde un lugar de comprensión, lo que puede reducir la hostilidad en la interacción.
  2. Establecer Límites Claros: es importante tu autocuidado, para eso establecer límites claros y comunicarnos de manera firme, aunque respetuosa te ayudará ya que las personas que adoptan el papel de víctima a menudo pueden cruzar límites sin ser conscientes de ello. Establecer límites claros puede ayudar a prevenir futuros ataques.
  3. Fomentar la Responsabilidad Personal: si de verdad quieres ayudar a esa persona te interesa fomentar la responsabilidad personal de ella. Te invito a hacer preguntas reflexivas que la ayuden a reconocer su papel en la situación y a considerar cómo podrían abordar las cosas de manera diferente. Buscamos que sepan que ellas pueden resolver sus problemas y tomar acción, que no están indefensas.
  4. Practicar la Gestión del Estrés: muchas veces estas personas o situaciones, que no podemos evitar, nos desgastan e incluso nos roban la energía, por eso desarrollar técnicas de manejo del estrés, como la respiración profunda, la meditación o el ejercicio regular te serán de mucha utilidad. Podrás mantener la calma incluso en situaciones emocionalmente intensas y así proporcionar una respuesta más equilibrada a los ataques de la persona que se siente como víctima.
  5. Reflejar y Validar Emociones: A veces, las personas solo quieren ser escuchadas y comprendidas. Al reflejar y validar sus emociones podrás ayudar a calmar la situación.

    – Reflejar las emociones: es mostrar comprensión y empatía hacia la persona al repetir sus sentimientos con tus propias palabras. Por ejemplo, si la persona que se siente como víctima está expresando frustración, tú podrías decir algo como: «Pareces sentirte muy frustrada por esta situación». Esta técnica muestra que están prestando atención y tratando de entender los sentimientos del otro.
    – Validar las emociones: implica reconocer que los sentimientos de la persona son legítimos y comprensibles, incluso si no estás de acuerdo con la forma en que están expresando esos sentimientos. Esto no significa necesariamente estar de acuerdo con su punto de vista, sino reconocer y respetar sus sentimientos como válidos para ellos. Por ejemplo, podrías decir: «Es completamente comprensible que te sientas así dadas las circunstancias».

Al final del día, recuerda que detrás de cada patrón de victimización hay una historia no contada de luchas y deseos no cumplidos. Reconocer esto, nos abre la puerta a la empatía y la comprensión, permitiéndonos construir puentes donde antes solo veíamos muros. No se trata de cambiar a la otra persona, sino de cambiar cómo respondemos ante sus reacciones, transformando cada interacción en una oportunidad para el crecimiento.
Te invito a llevar contigo este mensaje de esperanza y fortaleza, recordando que, aunque no podemos controlar las acciones de los demás, siempre podemos elegir cómo respondemos. Juntos, podemos crear espacios de diálogo, respeto y entendimiento mutuo. A lo largo de este camino de descubrimiento, te invito a reflexionar sobre tus propias interacciones y cómo las abordas.
¿Has encontrado en ti la paciencia para escuchar y comprender, o te sientes arrastrado por la corriente de negatividad?
Si sientes que las estrategias compartidas aquí resuenan contigo, o si estás buscando profundizar aún más en cómo transformar estas dinámicas, te animo a ponerte en contacto conmigo. Podemos explorar caminos adaptados a tus necesidades específicas, fortaleciendo tus habilidades de comunicación y empatía.

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